El resto de Camboya

22 Dic

Acabado el flipe de los templos de Angkor me dispuse a explorar un poco más Camboya. Tengo que decir que me dejó bastante fría lo que vi, pero que la gente con la que me encontré me dejó con la boca abierta.

Los camboyanos son sencillos, simpáticos, amables, súper educados, y muy muy cotillas. Y por algún motivo que no llegué a entender, todos tienen un gran interés en saber «cuántos hermanos y hermanas tienes». Si viajáis hasta allí con la desgracia de ser hijos únicos, inventaros un consanguíneo y os evitaréis sus miradas compasivas y decepcionadas…

Lo que sorprende más de este carácter tan afable que se gastan es su pasado. Me parece increíble que un pueblo que ha vivido en guerra y ha sido abusado y masacrado durante su historia reciente pueda ser tan acogedor, confiado y sonriente.

Porque hay que pensar que desde que en el ’69 fueran bombardeados por los americanos en el marco de la guerra de Vietnam, Camboya ha vivido toda clase de penurias. La más significativa de ellas, tras 5 años de guerra civil, fue la llegada al poder de los jemeres rojos, que establecieron régimen dicatorial bajo el término del «socialismo budista» planteando una vuelta al modo de vida tradicional: aboliendo la moneda, impulsado el trabajo agrario, cerrando hospitales y, como plato fuerte, la puesta en marcha de programas de ejecución masiva. Sólo entre el ’75 y el ’79, mataron a 1.7 millones de Camboyanos (el 21% de la población) en los campos de exterminio. Hasta la muerte de Pol Pot, el líder del movimiento, en 1998 no hubo atisbos de cambio. Así que estamos hablando de una tragedia humanitaria que acabó hace poco más de 13 años.

Aún quedan muestras de esto, a modo de museo, y se pueden visitar cerca de Phnom Penh.

El museo Tuol Sleng, en la antigua prisión de máxima seguridad S-21, se encuentra en una antigua escuela que fue transformada por los jemeres rojos en una especie de cárcel y centro de torturas interrogatorios. La prisión vio pasar por entre sus paredes a 20.000 personas entre el 75 y el 79, de los que sólo 7 adultos sobrevivieron. Y como casi todos los genocidas conocidos, los jemeres documentaban sus torturas. El museo está lleno de fotografías (algunas antes y después de las torturas) de los «enemigos del régimen» que pasaron por allí. Hay incluso fotos de niños de 2 años. Para quitar el sueño.

Es estremecedor, especialmente porqu eel edificio sigue pareciendo una escuela, con su patio, sus aulas… y eso lo vuelve todo un poco más macabro si cabe. Como la visita me puso los pelos de punta y me dejó con bastante mal cuerpo no me quedó energía para ir a visitar los killing fields (uno de cientos) de Choeung Ek, que se encuentran a 14kms de la capital. Si tenéis la oportunidad de visitarlos y no sois unos blandos como yo, os lo recomiendo. Hacer turismo es muy bonito, pero los viajeros tenemos la responsabilidad de saber dónde estamos, y es una cuestión de respeto conocer la historia de los países que visitamos en especial cuando es tan cruel como la camboyana.

De Phnom Penh poco más a destacar. El mercado ruso para hacer compritas, el royal palace y a otra cosa mariposa. Ah, os diré que vi su majestad el rey de Camboya. Bueno, para ser sincera, le vi una manita así saludando desde el coche. Parece ser que coincidí con el día de la independecia del país, y el caballero salió a decir «hola» a sus súbditos, que le esperaban muy formalitos frente a su casa.

Desde la capital me trasladé a la playa. en autobús me fui hacia Kep, en la costa sur este, y desde allí me subí en un barquito que me llevó a Koh Tonsay (Rabbit Island). Allí me iba a quedar una noche y acabé quedándome 5. En esta postura:

Es una mini isla a la que se va a no hacer nada. A leer a la sombra del cocotero, a ponerse moreno (yo no eh, sólo los que tienen melanina), a descansar en el bungalow (por entre 5 y 10$ la noche), a ver ponerse el sol desde el agua, y a ponerse tibio de gambas y cangrejo a precios de broma. La felicidad.

Cuando empiezo a temer por mis niveles de ácido úrico, me voy a un poquito más arriba, a Kampot. Allí tenía muchas ganas de hacer la excursión a la Bokor Hill Station, unas ruinas en la montaña con un antiguo casino, un hotel y otros edificios abandonados, medio absorbidos por la jungla… pues bien, no vayáis. Se lo han cargado. Bueno, más bien al revés. Me explico: el megamagnate del país (el mismo que se queda con el dinero de la entrada de Angkor) ha comprado la zona, la está «reconstruyendo», montando un campo de golf, un casino gigante y un hotel de 5 estrellas. Llego tarde… ya no hay ruinas, sólo obras. Disaster. Por suerte el paseo en barco para ver el sunset desde el río me remonta el día, y me deja relajadita relajadita.

Me quedo un poco a medias con Camboyia. Me han dicho que la zona del interior, la que sigue el Mekong en dirección a Laos y más al Oeste hacia Vietnam vale mucho la pena, que está «unspoiled» y que ofrece cosas mucho más interesantes y auténticas. Espero que sea verdad, y que otros tengáis el tiempo para comprobarlo. Yo no puedo ir así que ya me contaréis. Me las piro hacia Bangkok que tengo papeleo que arreglar…

 

Una respuesta to “El resto de Camboya”

  1. sarafc8 03/01/2012 a 7:00 PM #

    muy interesante. Es increible como el poder corrompe y cuan ruin puede llegar a ser el ser humano sin inportarles el sufrimiento de toda una civilizacion ,malditos «conquistadores» saqueadores,asesinos de cultura. a pesar de todo la civilizacion se levanta a amando la poca identidad que les dejaron
    sin duda un lugar que vale la pena conocer.y una historia que no debe repetirse.poe eso la importancia de saber lo que paso .desconosido para muchos.

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