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Must: Myanmar

3 Ene

Myanmar (o Birmania) es el país de las experiencias, de los contrastes, del no dar crédito. Y siempre en positivo.

Confirmo que es, hasta el momento y sin lugar a dudas, el país en el que más acogida me he sentido. Los Birmanos se merecen… Se merecen las sonrisas que tienen, y se merecen el cambio que les está llegando, y se merecen colores y oportunidades, porque sin tenerlas han sabido crecer en el lado optimista y brillante de la vida. Me han robado el corazón.

El país es un diamante en bruto, precioso y poco explotado, así que hacedme un favor y NO VAYÁIS, que yo tengo ganas que volver y no quiero que me lo estropeéis ;).

Conocer la historia reciente del país todavía le da más valor a la felicidad que te contagian los lugareños, porque (sin extenderme mucho), para los que lo no sepáis, Myanmar ha vivido 50 años de dictadura militar. Sólo hace un par de años tuvieron estrenaron su primer gobierno «civil», aunque la junta militar sigue con las manos en la masa. Los países occidentales están empezando a desbloquear la economía del país (para que os hagáis una idea, no hay bancos ni cajeros en todo el territorio donde poder usar tu tarjeta de crédito), aunque todavía les queda un largo camino por recorrer. Tiempo al tiempo. Y yo de vosotros no esperaría a que eso ocurra para poner los pies allí, porque con la bonanza vendrán las perspicacias y la explotación turística, y con ello -siento hacer de pitonisa malrollera- se perderá la magia. Tic tac.

Datos prácticos:

Visado. Hay que llevarlo de antemano, no hay otra. Si estáis en Europa, creo que hay que mandar el pasaporte a la embajada en Berlín. Si estáis de viaje y pasáis por Bangkok, es vuestro momento de arreglar el papeleo. Os mando directamente a la página de mi «gurú» y autoproclamado embajador de Birmania en el mundo. No encontraréis información más clara en español (gracias Robert!). Aún así, double-check antes de liaros, porque las cosas pueden cambiar de un día para otro.

– Dinero. Como os he dicho, no hay cajeros así que hay que llevar dinero en metálico. Concretamente, dólares americanos nuevecitos. Si están doblados, marcados, arrugados o manchados no os los aceptarán o os harán el cambio a peor. También hay algunos números de serie non-gratos. Os recomiendo una cartera larga y rígida donde poder colocar a vuestros verdes amiguitos sin riesgo. El kyat birmano está muy devaluado, así que prepararos para jugar a los millonetis durante unos días:

cambio de 300$

– Ruta. Hay zonas bloqueadas a los turistas, y otras a las que sólo se puede llegar en avión (cuyo dinero va directamente a la milicia, por lo que se recomienda evitarlo). Así que se necesita un poco de previsión para moverse. El Big Four es Yangon – Mandalay –  Inle – Bagan.

Yangon (la capital) no da para más de uno o dos días, aunque la Swedagon Pagoda bien merece una visita. Mandalay en sí no tiene nada, pero está estratégicamente colocada para ser campamento base y visitar Amarapura, Sagain e Inwa. El Inle lake ya es otra historia, es turístico pero muy bonito, y si podéis llegar hasta él andando desde Kalaw, en un trekking de 3 días (recomiendo hacerlo con Mr. Sam) os llevaréis un recuerdo precioso e imborrable de la zona. Y Bagan, Bagan, Bagan… impresionante, y punto. Qué putada que se me estropeara la cámara de fotos nada más llegar, me hubiera encantado enseñaros la puesta de sol con las miles de pagodas asomadas por la llanura. Os puedo decir que es, literalmente, de lagrimita. También tuve la suerte de visitar Hsipaw, un minipueblo monísimo (en el que hacía un frío de la leche) desde el que volví en tren a Mandalay cruzando el Gokteik brigde (tiene 100 años, y en su día fue el 2º más alto del mundo), en un divertidísimo viaje en tren. Y me quedé con las ganas de subir al norte hasta Myitkyina, que le tenía muchas ganas, pero hubo revueltas y el gobierno bloqueó la entrada de turistas. Es lo que pasa cuando no hay libertad de prensa, a los que no puedes controlar les prohibes la entrada y te ahorras cámaras de fotos indeseadas.

¿Y qué mas? Pues todo esto:

































Sigo flipando.

Por cierto, ¡FELIZ AÑO A TODOS!

Soon U Ponya Pagoda, Sagain, Myanmar

Bye Bye Camboya!

22 Dic

Floating Village


Angkor Wat


Koh Tonsay


Bayon

Los templos de Angkor

15 Dic

Cruzar la frontera entre Thailandia y Camboya por Aranyaprattet requiere un ejercicio de contención de nervios, paciencia y buena suerte que no todos son capaces de sortear con elegancia. Ni sin ella, para qué engañarnos. No me voy a extender en el tema porque la red está llena de blogs y consejos sobre como cruzarla de la forma menos dolorosa (y más económica) posible pero voy a comentar 2 cosas que a mi me ayudaron:

1) Informaros bien. Usad todos esos recursos a vuestro alcance e id preparados (en especial mentalmente) para cualquier eventualidad. Leer sobre las experiencias de otros viajeros, sobretodo las más recientes, para saber qué nuevo tipo de scam se han ingeniado para rascarnos los dólares. Cuanto más sepáis sobre el tema, menos constituiréis un blanco para los timadores.

2) Si sois viajeros individuales como servidora, sacad vuestras dotes de socialización e intentad agruparos con gente antes de cruzar. Ir en grupo siempre ayuda a rebajar la tensión, 4 ojos ven más que dos y, muy especialmente, vuestro poder de negociación se multiplica.

Con estos dos consejitos y un par de valerianas estaréis sanos y salvos. Y os prometo que vuestros esfuerzos serán recompensados, porque lo que os espera al otro lado de la frontera es simplemente para quitarse el sombrero.

Y no me estoy refiriendo a la amabilidad y simpatía permanente de los camboyanos, ni a los mantos de todos los verdes imaginables en los campos de arroz, ni a los preciosos pueblitos de bambú que os cruzaréis en el viaje…

Me estoy refiriendo a los Templos de Angkor, que para la mayoría constituyen la Perla del sureste asiático. Y no es para menos, ya que el complejo de templos hindús (que incluye Angkor Wat, el mayor edificio religioso del mundo) representa la perfecta combinación entre creatividad y espiritualidad en la que fuera la capital del antiguo imperio Jemer. El precio, teniendo en cuenta que es uno de los países más pobres del mundo, es bastante elevado (20$ por la entrada de un día o 40$ por la de 3) y duele pagarlo sabiendo que van a parar directamente a capital privado, pero después de un par de horas allí se te pasa el dolor del monedero y el sarpullido en la conciencia. Y pasas a sufrir de dolor de pies, alergia a los japoneses y agotamiento crónico en la cámara de fotos.

La visita se puede hacer en moto, bici (una pequeña locura si tenemos en cuenta que el perímetro de el principal grupo de templos es de 45kms), o en tuk-tuk. Incluso en elefante, aunque a mi esas horteradas no me van. Además, hace unos años en la India tuve una mala experiencia cunado fui vilmente secuestrada por un conductor de elefante que me exigia una propina (un peaje, diría yo) por dejarme bajar del bicho. Yo me hubiera quedado allí todo el día discutiendo si no fuera porque el animal estaba acatarrado y cada vez que estornudaba me ponía fina con esa trompa que parecía un aspersor de gelatina verde. Esa traumática anécdota supuso el fin de mi relación con los elefantes, y desde entonces no puedo evitar mirar Dumbo con recelo.  Resumiendo, que yo vi los templos en tuk-tuk. Barato, práctico y mucho menos arriesgado.

Los días son agotadores, física y sensorialmente. Porque lo que hay allí, señores, no hay palabras suficientes para que ustedes lo entiendan. ¡Qué maravilla! Si intentas mentalmente reconstruir cómo debió ser aquello en su momento de máximo explendor puedes sentir el efecto dominó en tus neuronas, que se van desmayando una a una. Templos los hay para todos los gustos: grandes o pequeños, de piedra o de tochos, reconstruidos o en ruinas,… Normal, habiendo más de 1000 es lógico que tengamos donde elegir. Yo personalmente me decanto por los menos transitados y que han sido «tomados» por la jungla, con esos árboles de raíces gigantes abriéndose paso entre las piedras. Algunos crecen, literalmente, sobre ellas. Me parece de lo más poético. Es como si la naturaleza nos hablara, nos reclamara el espacio que un día le arrebatamos sin preguntar para construir nuestros santuarios.

Sobre Angkor Wat, la niña bonita del grupo, diré que es enorme y espectacular. Aunque como bien sabéis, si hay una palabra que aterra a todo turista (al turista de catedrales, no al de litronas en Salou) es: andamio. Que yo entiendo que hay que reparar y limpiar y arreglar para que las cosas estén bonitas, pero ya podrían haber elegido otro día para ello. O al menos haber puesto lonas más discretitas, que ese verde no hay photoshop que lo disfrace…

Cerquita de los templos hay otras cosas interesantes de ver, como las cascadas o los Floating Villages. Así que mi último día pasé media jornada subida en un barco explorando estos mágicos pueblos. No es la primera vez que veo algo así (ni la segunda) pero nunca deja de sorprenderme cómo un río puede articular todos y cada uno de los aspectos de la gente que vive allí.



También hay que decir que esto pasó el día 8 de noviembre, en que servidora cumplía un año de viaje. Y lo celebré haciendo algo que, al menos yo, no hago todos los días. No solo flipando con los templos y los pueblos, sino conduciendo el barco por el río de vuelta a casa. ¡Tengo pruebas!

Yo encantada por llevar semejante armatoste, y el conductor encantado porque alguien estaba haciendo su trabajo. Win – Win.

Termino recomendando alojamiento en Siem Reap: Siem Reap Rooms Guesthouse. Entra en la categoría de budget accomodation, y aunque en Siem Reap podéis encontrar cosinas más baratas os aseguro que quedarse aquí vale mucho la pena. No deja de ser económico, está muy bien situado, muy limpio y lo lleva una pareja de canadienses que son viajeros experimentados, por lo que saben lo que los backpackers necesitamos. Están siempre dispuestos a ayudarte, y lo hacen sin atender a comisiones o sobornos de otros negocios. Y os aseguro que todo eso, tras un día eterno visitando Angkor, se agradece.

Una disculpa, un bombazo y algo del norte de Tailandia.

11 Dic

(Este es mi post num. 100!!)

La disculpa.
Lo primero es lo primero.
Tengo que pedir perdón porque tengo el blog muy abandonado. Que no es que no lo tenga en mente, lo que pasa es que entre los puntos fuertes del Sureste Asiático (que son muchos) no se encuentran ni la calidad de la conexión a internet ni el tiempo libre para utilizarlo. Y así me veo ahora, que os tengo que contar de un plumazo 2 meses de mi vida.
¿Casi que me pongo, no?

Norte de Tailandia.
Pues nos habíamos quedado en Laos, desde donde cogí un autobús hasta la frontera con Thailand.
El paso fronterizo de Huai Xai (lado laosiano) a Chiang Khong (lado thai) es de los facilitos, con pocos agobios, intentos de timo y demás. Y es curioso ya que de un país al otro se pasa en barco. Al llegar a Tailandia se tramita la Transit Visa, que es gratis y te permite estar en el país 15 días (aplicable a todas las entradas por tierra).
Así que con mis papeles en regla me dirijo hacia Chiang Rai, primera parada de mi aventura en este país. La verdad, me deja un poco fría. Lo más interesante, el White Palace, una extravagancia que un artista de nombre impronunciable en las afueras de la ciudad. No estáis entendiendo la magnitud de la tragedia: toda la fachada son ESPEJITOS. No olviden sus gafas de sol. (y que viva el brilli-brilli!).

Por lo demás, la ciudad es conocida por su mercado nocturno. Al principio pensé «qué bien, qué originales!» (la verdad es que el mercado está muy bien) pero luego llegúe a Chiang Mai y me di cuenta de que de originales nada. Y es que os puedo resumir Chiang Mai en 2 palabras: Pagodas y Mercados.
Pagodas: porque la Old City está repletita de ellas, con sus estupas doradas, y grupos de monjes salpican cada esquina con sus túnicas naranjas. ¡Hay tantos que ni te fijas en ellos!

Mercados: por todo y para todo. Mercado nocturno, mercado del sábado, mercado de día, mercado de los domingos, mercado para festejar esto o lo otro… ¡dios mio, esto es un no parar! ¿El mejor? El de manualidades del sábado, que tiene cositas diferentes a los requetesobaos bolsos/vestidos/collares «tribales» o hippiosos que hay en todos los demás. Y por supuesto la omnipresente comida, baratísima y muy muy muy rica. Y sin el impedimento del idioma, ya que te acercas y si te entra por el ojo lo señalas y… a la saca!

Pues bueno, entre estas 2 ciudades, sin saber muy bien como me pasé 10 días. Y no me preguntéis qué hice (a parte de ir a mercados) porque no lo tengo muy claro. El tema es que estuve
a) liada con los vídeos de cumpleaños de alguien especial,
b) bloqueada por el tema inundaciones, que seguramente a todos os llegaron en su momento. Estas ciudades estan al norte, muy lejos de Bangkok y sin rastro de agua en las calles, pero aún así este era el panorama en los supermercados…

c) absorta en mis propios pensamientos. Y esto me lleva a…

El bombazo.
Vuelvo a Barcelona.
¡Venga esos aplausos!

Como lo de lo de volver a casa por Navidad está ya muy manido, yo volveré pasadas las fiestas. Que me gusta ser original.
¿Los motivos? Es difícil de explicar, pero lo resumo en una mezcla entre cansancio acumulado, replanteamientos vitales y un echar de menos muy grande. Me di cuenta de que para seguir disfrutando lo que me queda de aventura tenía que poner una fecha (llámale objetivo, llámale meta). Y estoy feliz con la decisión, porque los 2 meses que han pasado desde entonces los he disfrutado con energías renovadas y con la ilusión del principio. Por lo de que todo lo bueno se acaba, y más vale saborearlo mientras dura… 🙂

Así que con esta nueva perspectiva y la sensación de tener los deberes hechos, otro (largo) viaje en autobús, con cruce de frontera incluído, me dejó a las puertas de La Joya del Sur de Asia.

…Continuará… (aunque no por mucho tiempo!)

Foto de regalo porque me encanta la cara de "Iluminatttttttiiiiiii" del 3º de azul por la izq.

Sabaidee Laos!

28 Oct

Tras 26 horas de bus desde Hanoi*, nuestra primera parada en Laos fue Luang Prabang. Este maravilloso pueblo es de visita obligada si pisáis el país, ya que tiene mucho que ofrecer y rebosa encanto por los 4 costados.

*consejito: Si hacéis esta ruta, cambiar a Kips nada más pasar la frontera. Luego no hay opción de hacerlo y normalmente los cajeros no funcionan. Nosotras acabamos PIDIENDO dinero para poder ir al WC (que vale 1000 o 2000kips)

Luang Prabang está situada en una escénica península bordeada por 2 ríos, el Mekong y el Nam Khan. Se la conoce como «La ciudad de los 1000 templos». En realidad tiene 32 sólo en el centro (¡ahí es nada!) así que no es de extrañar que por todas partes aparezcan los típicos monjes vestidos de color calabaza. Estos protagonizan, además, una de las estampas más típicas de la ciudad: Cada día, con los primeros rayos de sol, salen a la calle a celebrar la Ceremonia de las Almas.

Lo que pasa allí os lo puedo describir, pero no os puedo expresar la emoción que se transmite. Los monjes salen a la calle, descalzos y armados con una vasija plateada, y desfilan frente a la gente del pueblo que les espera, arrodillada, en las calles. Al pasar frente a ellos, les dan arroz u otros comestibles que supondrán su sustendo durante el día. Y después hacen una hipnótica plegaria todos juntos, mientras la gente del pueblo arroja agua, muy despacito, en el suelo. Es todo muy mágico y muy místico. O tal vez sólo me lo pareció porque tenía mucho sueño… (Las 6 a.m. no son horas, en serio).

Otro de los highlights de Luang Prabang es el Night Market, mercadillo nocturno de «artesanía«, donde el regateo es una obligación. Aunque no os asustéis, aquí se regatea tranquilamente, en plan sosegado, sin apenas hablar (sólo marcando la contraoferta de precios en la calculadora que te ofrece el tendero de turno) y con una sonrisa en la cara. ¡Qué poquito estoy echando de menos Vietnam!

Podréis encontrar pulseritas y monederos de todo tipo por pocos céntimos, vestidos, pantalones, pañuelos… todo muy jipioso, eso sí. Lámparas, cuadros, palillos chinos, bolsos. En general es barato aunque nadie da duros a 4 pesetas. Lo que es bueno, se paga. Lo demás, probablemente lo hayan fabricado los vecinos del norte. Pero bueno, para apañar regalos no está mal y el paseíto es muy entretenido 🙂

Y lo mejor de todo, eso sí que es una ganga (a la vez que un lujazo) son los zumos. De día también los hay, pero por la noche, con el desfile de gente que pasea por el centro, es simplemente maravilloso sentarse a ver pasar al personal mientras disfrutas de un zumo recién exprimido de tus sabor favorito. El mío, manzana con limón. Cómo, ¿sólo 50 céntimos? Vale, me tomo otro.

Yum Yum!!

Y además de todo esto, Luang Prabang tiene edificios coloniales, muchos bares y restaurantes, cascadas a una hora de camino, la posibilidad de hacer cursos de casi cualquier cosa y conexiones de transporte directas con todo el centro y norte del país. Con este currículum, no me extraña que sea el destino favorito de los expats que viven en este espectacular país.

¡Muy bien Laos, empezamos con buen pié!

North and Central Bali

3 Sep

Escapando de Gili T nos plantamos en Lovina, al norte de Bali. Y que viva el hinduismo!

Lovina, aunque también es turístico, es una zona mucho más agradable de visitar que la anterior. Tiene playa, y es conocida por los delfines que la habitan. Aunque para mi lo bueno no tuvo nada que ver con el pueblo sino con lo que en él nos pasó.

La noche que llegamos nos fuimos a un bar cercano, donde una banda local tocaba música en directo. Y eran muy buenos. Disfrutando del espectáculo cerveza en mano fuimos hablando con otros clientes del local. Acabé charlando con una pareja de unos 50 años que vive en Jakarta, y tienen una «Villa» en Bali, cerca de donde estábamos. La conversación era agradable, y tenían una histora de amor preciosa que me encantó escuchar. Sin saber ni como, acabamos quedando para ir a las hot springs (Air Panas Banjar) de la zona. Tres piscinas a diferentes temperaturas con chorritos de agua milagrosa que me dejaron las cervicales como si nunca hubieran cargado una mochila.

A partir de ahí, no se si decir que la pareja nos esponsorizó o nos adoptó. Desde
ese momento nos convertimos en las «hijas mimadas» que no tienen. Después de las termas fuimos a su (in-cre-i-ble) Villa. Allí hablamos, tomamos cervezas, nos invitaron a comer un saté delicioso e infinito, nos relajamos en la piscina. Después, las 3 mujeres nos fuimos a un spa a que nos dieran un «masaje balinés» mientras el marido, como buen macho alfa, nos esperaba en el bar tomándose sus copazos. Salidas del masaje nuevecitas, nos fuimos a tomar un cocktail que tampoco pudimos pagar. Y luego nos llevaron a un «really nice restaurant» donde cenamos con vino frente a la playa, sólo con la condición de que nos dejaran pagar al menos una cerveza después. Y luego, desaparecieron. Así, sin pedir nada a cambio. Sin esperar ninguna recompensa. Todavía no me explico de dónde me caen estos ángeles.

Porque todavía hay más: Al día la mañana siguiente, nos recogió su chófer (repito: su chófer) que estaría a nuestra disposición todo el día. Nos llevó a las Gitgit Waterfalls, y a los templos Pura Dalem (donde un viejito que rezaba allí se encariñó con nosotras) y Pura Beji.

Pura Dalem con el viejito

 

Pura Beji

Y al final de nuestro recorrido, nos dejó en Candicuning, un pequeño pueblo a orillas del lago Danau Bratan. Y allí acabó nuestro cuento de princesas y nos convertimos en backpackers otra vez.

Locales esperandoa subirse en una barca en el Danau Bratan

Candicuning es famoso por su impresionante jardín botánico y por sus fresas, que puedes comprar en todas partes. Yo tenía antojo así que me fuí a un campo y pregunté si podía comprar medio kilo. El hombre, sujetando un cestito, me dijo:

You can pick them yourself, or someone can do it for you.
What’s the difference?
You enjoooooooy!!!

No se hable más, dame un cesto que me pongo en modo recolector. Estaban buenísimas, y más lo estaba el strawberry juice que me prepararon al momento con parte de mi cosecha. Yummie!!

Y otro de los highlights de la zona, en el pueblo vecino (Begudul) es el templo Pura Ulun Danu, construido sobre las aguas del lago. El típico templo que sale en las postales y en los billetes de 50.000 rupias. El mejor lugar para perpetrar mi propia estampita balinesa.

Jumping in Pura Ulun Danu

Y con esto y un bizcocho, nos marchamos para Ubud 🙂

East Bali

31 Ago

Pues si, llegamos vivas. Aunque tras un total de 26h de viaje (las 2 últimas hacinadas en el bemo que veis arriba) estábamos hechas un cuadro.

Por cierto, la que os saluda en el vídeo es Angelika, una chica alemana con la que llevo viajando ya varios días. Es un amor, y tenemos muchas cosas en común: trabaja en publicidad, vivió en Barcelona, ambas medimos 174cms y tenemos el pelo igual. Y desde que empezamos a viajar juntas, la pregunta más oída (mínimo una vez al día) es: ¿Are you twins?
Vale que tengamos un aire, pero no se yo si dá para tanta confusión.

¿Are you twins?

A lo mejor a los indonesios les pasa como a nosotros con los chinos, que los vemos a todos iguales y si nos dicen que son familia nos lo creemos. Nosotras les contamos que somos primas y así se quedan tranquilos.

Pues eso, que mi Twin y yo llegamos a Padangbai tras un viaje interminable y nos alojamos frente a la playa. El pueblo es muy turístico, aunque está geográficamente muy bien situado. Allí nos relajamos en la Blue Lagoon, descansando para nuestro viajecito que teníamos en mente.

Al día siguiente dejamos las maletas en el hotel (por unos 30 céntimos al día) y alquilamos un par de scooters. Con ellas emprendimos rumbo hacia el norte de este lado de Bali. Candidasa, Amlapura, Tirta Gangga… Hacia mitad del recorrido el camino ya estaba totalmente flanqueado por arrozales de verdes imposibles, que puedes admirar desde los muchos warungs que salpican el camino.

rice paddies

Visitamos un par de templos, a destacar el Pura Lempuyang, que desde su elevada posición nos regaló unas vistas espectaculares al valle del Mt. Gunung Seraya.

Pura Lempuyang

Pasamos la noche en Amed, un pequeño pueblo de pescadores con mucho ambiente (muy local). Desde allí, por la mañana, nuestras motos nos llevaron por el camino de la costa atravesando otras pequeñas y encantadoras playas a rebosar de barcas pesqueras.

Amed Coast

Acabado el camino de costa, que es bonito pero tampoco hay mucho que hacer, teníamos aún medio día por delante. Así que a la altura de Amlapura nos desviamos hacia el interior. Y eso se convirtió en uno de los road trips más bonitos (y más recomendables) que he hecho hasta el momento. Y en mi parte favorita de Bali, si me permitís decirlo. En ese trayecto recorrimos dos «scenic routes«: La que va de Bebandem hasta Rendang (aunque no la completamos) y la Sidemen Road. Lo que nos encontramos es difícil de explicar con palabras.






Recibí tantas sonrisas en el camino que me contagiaron, y llegué de vuelta a Padang Bai con dolor en las mejillas. 100% recomendable. (El road trip y sonreír).

Java, el Ramadán y una tabla de surf.

27 Ago

El miércoles 3 de agosto, tras un último avocado juice en Ubud, nos montamos en un autobús que nos lleva hasta Java, la Isla vecina.

El autobús es mucho más cómodo de lo esperado, así que el trayecto no se hace muy duro. A las 2 a.m. nos plantamos en Probbolingo, en la nueva isla y con nueva zona horaria. Este pueblo no tiene más interés que el geográfico, así que sin perder tiempo, desde allí contratamos un «tour» que nos llevará a ver la salida del son sobre el Monte Bromo. La subida al Mt Pananjakan (desde donde contemplar las vistas) es dura, pero las vistas desde allí son, supuestamente, lo más impresionante de Indonesia.

Sunrise from Mt Pananjakan

Mar de arena, paisaje lunar, cono volcánico humeante… Pues sí, parece que esto es un MUST. Definitivamente vale la pena. Y supongo que a los otros 500 guiris que están a mi alrededor también les parecerá bonito.

Mt Bromo

Acabado el momento «autobús de japoneses» seguimos nuestro camino dirección Yogyakarta, a donde llegamos a las 22h del día 4, tras 32h de trayecto incluyendo la paradita para el sunrise.

Lo primero que nos llama la atención al despertarnos en Yogyakarta es que para tener 2 millones de habitantes, esta ciudad está muy tranquila. Pero claro, Java es una isla musulmana, y este año el Ramadán cae en Agosto. No será hasta caer la noche cuando la ciudad recobre la vida que -creemos- es natural en ella.

Tienda en Jogja

En nuestro primer día en Jogya visitamos el Kraton (si, en Java hay un Sultán) que no es especialmente instructivo, y además tiene toda la programación especial cancelada por el Ramadán. Nos paseamos por la ciudad y asistimos a una cena de Couchsurfing donde conocemos a muchos locales y a algunos otros viajeros.
Al día siguiente visitamos el templo de Prambanán, con un calor de morirse, pero totalmente merecida la visita.

Templo Hindú de Prambanan, patrimonio de la Humanidad

Por la noche, con algunos de los viajeros que conocimos el día anterior, nos vamos a cenar a un genial mercado local que descubrimos en un callejón plagado de pequeños puestos que aparecen al caer la noche. La comida riquísima, los precios de risa y sin más caras blancas que las nuestras. Toda una experiencia que me encantará recordar :). Desde allí, vamos a ver Wayang Kulit, un show tradicional de marionetas de piel, ya que casualmente uno de los mejores «master of puppets» del país actua esta noche. ¿Interesante? Mucho. Pero un coñazo. Aguantamos una hora (de las 7 que dura) y salimos por patas. Pero no os penséis que somos las únicas que lo encontramos aburrido: los locales asistentes se pasan el rato charlando, fumando, comiendo… hasta los integrantes de la orquesta, desde arriba del escenario, pasan el rato enviando sms desde sus blackberries!!

Wayang Kulit, también Patrimonio de la Humanidad

Tras Yogyakarta nos dirijimos a Pangandaran, población costera que acoje a turismo local mayoritariamente. El trayecto en minivan son 8 horas por la peor carretera que mis ojos han visto -y el resto de mi cuerpo ha sufrido- en mi vida. Además, pensar que el conductor está en ayuno desde hace horas no ayuda a tranquilizarme. Terror siento al recordarla. Claro, aquí también es Ramadán, así que el pueblo está bastante tranquilo. Aunque me gusta, qué queréis que os diga.

Pangandaran

Allí hacemos una excursión al Green Canyon. Nos enseñan cómo se fabrica el azúcar de coco, la talla de las marionetas de madera (llegados a este punto, la palabra Puppetme produce escalofríos) y vamos a un centro de conservación de tortugas. Pero lo más bonito es navegar por el Green river y nadar por él, escalando rocas y dejándonos arrastrat por la corriente para admirar el cañón desde dentro. Precioso y divertidísimo, pero mi cámara no es waterproof así que os quedáis sin foto 😛 Lo único que me toca las narices es que como es Ramadán te no te dan la comida que supuestamente incluyen la excursion, pero por la noche están todos borrachos en los chiringuitos de la playa. Los javaneses son musulmanes para lo que les interesa.

Coconut Sugar

Wood Puppets

¡Tortuguita!

En este encantador pueblito tiene lugar también un evento de magnitud incomensurable: MI PRIMERA CLASE DE SURF. ¿Y sabéis que? I’m a winner! Y no lo digo yo, me lo dijo mi profe!! Me puse de pié al tercer intento. Un aplauso, por favor.

Atención a mi estilazo... jajaja

Gracias, gracias.
Como premio me regalé una hora de masaje (masaje puntillista, según Laura) por el módico precio de 50.000rp (unos 4€), y con esto pongo el broche final a estos dos días playeros.

Vuelta a Yogya, esta vez en tren (en clase Bisnis, ¿no os encanta el nombre?) donde nos pegaremos un madrugón para ir a ver Borobudur. Levantarse a las 4a.m es un rollo, pero este templo se compara con las ruinas de Angkor en Cambodja y vale la pena admirar la belleza del mayor monumento budista del mundo sin el calor sofocante del mediodía.

Detalles de Borobudur, que también (oh! sorpresa) es Patrimonio de la Humanidad

El sábado me despido de Laura, su viaje llega a su fin en un par de días y yo quiero volver a Bali huyendo del Ramadán. Estoy muy contenta de que nos hayamos reencontrado en Indonesia para el final de su aventura, quién sabe dónde nos encontraremos la próxima vez!

Aunque soy un poco chaquetera y a las 12h me subo en un bus en dirección Bali con una nueva compañera de viaje. Os la presento en el próximo post 🙂

Saltando en Java (Mt Bromo)

Selamat Datang di Indonesia!

19 Ago

El día 8 me planté en el aeropuerto de Denpasar, Bali (Indonesia) y nada más aterrizar ya empecé a hacerme una idea de lo que es este país. Mil colas, gente por todas partes, locales hablándote constantemente,… aún no he salido del aeropuerto y ya me han intentado timar 2 veces. ¡Mamma mia! Suerte que venía avisada…

Una vez recopiladolo importante (a saber: visado de 30 días, 1 millón de rupias equivalente a unos 80 euros, y mi maleta) me dirijo al mostrador de los taxis. Porque esa es otra, taxis los hay de todos tipos y colores, pero si no quieres tener que pelearte por el precio al final, o que te cobren el doble que a los locales, vete al mostrador del aeropuerto, con taxis de prepago y precio cerrado.

Durante el camino empiezo a ver cambiar el paisaje, volviéndose cada vez más verde -aunque no menos caótico- según me alejo de la ciudad. De todo, lo que más me llama la atención son las cometas. Todo el cielo está salpicado de ellas. De todos los colores, formas y tamaños. Mi taxista me cuenta que es un hobby nacional: te vas al campo, vuelas tu cometa, la atas a un árbol, y luego te vas a casa para ver lo bonita que es. Un planazo total.

Cometas en el cielo balinés

A las 18h me planto en Ubud. Por favor, redoble de tambores: ¡¡Me reencuentro con Laura!! Después de mi aventura en solitario por Australia, vamos a pasar una semana juntas antes de que ella se vuelva para España. 🙂

Ubud es muy, muy bonito. Y muy, muy turístico, pero no me importa demasiado, porque lo maravilloso del entorno hace que le perdones todo lo demás. Sólo paso 48 horas allí, pero me hace sospechar que tendré que volver para explorarlo un poco más a fondo.

En Ubud visito en Monkey Forest Sanctuary, donde unos monos diabólicos trepan sobre los turistas y amenazan con robarte hasta el carné de identidad. No os fiéis de su mirada de corderito degollado, es todo pura estratégia para pillarte desprevenido.

Evil Monkey (Mono malote)

También vamos Samuan Tiga, un templo alejado del circuito turístico, por lo que es mucho más tranquilo que los demás (básicamente estamos solos en él). ¡Qué bonitos son los templos por aquí! Son sencillos pero majestuosos, y si miras atentamente descubres pequeños detalles que los vuelven mágicos.

Samuan Tiga

Ofrendas

Pots

Una de las muchas jaulas de pájaro

Por la tarde damos un paseo por los arrozales. Bueno, yo paseo. Laura los ve un poco más de cerca… jajajaja Y el casco de Björn, el alemán que nos acompaña, acaba dandose un bañito en el arroyo. ¡Eso le pasa por reírse de mi amiga! 🙂

Rice Paddies

De camino a casa, a Laura y a mi (que voy de paquete) nos para la policía. Vale que no llevamos casco y ni Laura tiene carné internacional, pero antes de entonar el mea culpa, dejadme aclarar un par de cosas:

– He visto niños de 10 años conduciendo. Permítanme dudar que tengan carnet.

– El récord de personas sobre una moto, de momento, asciende a un total de 5.

– ¿Casco? Ni el Tato lo lleva.

El hecho de que nos paren a nosotras se puede resumir de una forma muy sencilla: La policía es corrupta. Y no lo digo yo, incluso los locales lo confirman. Así que la práctica más habitual es parar a turistas aleatoriamente y encontrar cualquier justificación para ponerles una multa. Pero en lugar de procesar dicha multa, te ofrecen la posibilidad de «pagarla al momento». Vamos, que sueltes pasta, que el hombre se quiere comprar un apartamento en la playa.

Método de actuación:

1) Pretender que no hablas ni una sola palabra de inglés. Y por supuesto, tampoco de bahasa.

2) Sonreír, somos súper majas y súper inocentes, y no nos enteramos de nada. Pobrecitas niñas blancas.

3) Y la más importante: llevar el dinero separado en bolsillos para que el policía no sepa cuánto tienes. Lo que vea te lo va a pedir.

Al final, con estos truquis, la «multa» se quedó en 2$ de Singapur, que son el equivalente a 1’20€. Estos balineses son unos cutres, ¡pero gracias por la anécdota, señor policía!

Con todo esto se nos pasa el día, pero todavía me quedan ganas de más. Por la noche me voy al Palace a ver un espectáculo de Danzas Balinesas. Cinco chinitas, un chinito y un dragón que intentan contar una historia que no entiendo, pero que creo que acaba bien. Y es muy bonito, qué queréis que os diga. Aunque lo de que las chinitas no pestañeen y muevan los dedos en plan niña del exorcista me provoca sentimientos encontrados…

Danzas balinesas. Por favor, atención al detalle de los deditos.

Al día siguiente nos dedicamos a la vida contemplativa hasta las 14h. A esa hora empieza un viaje de 30 horas que nos llevará hasta la isla de Java, aunque eso mejor os lo cuento en otro post.

Selamat tinggal!