Salió bonito

28 Jun

Ayer por la tarde di una charla sobre mi viaje por Oceanía en el Centre Cultural Teresa Pàmies.

Y qué bonito es compartir lo que te llena…

Me emocioné recordando vivencias y momentos. Y por ahí algunos han confesado que también se emocionaron escuchando 😉

Gracias a Laura, que la liamos en el último momento para subir a la palestra, a los compis que vinieron a darme apoyo, y a Ramón de FrikTrip por permitirme contar mi experiencia. ¡A ver si repetimos!

Charla «Oceanía: El Fin del Mundo»

18 Jun

Desde que terminó el viaje no me pasaba por aquí, pero vuelvo por una ocasión especial.
Como bien fui contando en este blog, desde finales de 2010 hasta principio de 2012 estuve dando vueltas por el mundo, y me lo tomé tan en serio que llegué hasta el otro lado!

Por ello, los amigos de Friktrip me han invitado a dar una charla en Barcelona sobre mi aventura por Oceanía.

Y me encantaría que vinierais a apoyarme!

Si seguiste el blog, si no lo hiciste y te arrepientes, si te estás planteando hacer las maletas, si te apetece viajar un ratito desde tu silla, o si quieres escuchar anécdotas sobre los kiwis y los canguros, te espero:

Miércoles 27, a las 19h
Centre cultural Teresa Pàmies (Centre Cívic Urgell)
C/ Comte d’Urgell, 145

Nos vemos!

Closing time :-)

17 Ene

Llevo ya una semanita en Barcelona.

Ha sido una semana de reencuentros, de repaso, de replanteamientos.

No tengo my claro cómo van a ser los próximos 14 meses, pero sin duda los pasados 14 han sido un sueño cumplido. Momentos, lugares y personas que me han hecho crecer, y que me han enseñado muchas cosas. Sobretodo de mí misma.

Ha sido un placer compartir mi aventura con vosotros.

Os dejo con una promesa: Seguiré on fire.

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 [Keep smiling. Keep breathing. Keep moving.]

***

Bye Bye Thailand!

7 Ene




Bufanda, mi gata tailandesa adoptiva

Thailand, fin de fiesta.

7 Ene

Porque este viaje ha sido eso: UNA FIESTA.

El último país del que he disfrutado, tras estos (atención! antención!) 14 meses de viaje ha sido Tailandia.

No me he extendido mucho, me lo he tomado con calma, porque tengo la sensación de que volveré pronto.

Aunque tengo la sensación (igual que me pasó con Bali y con Vietnam) de que para encandilarnos con el país vamos tarde, y que la magia se la llevaron los que tuvieron la suerte de venir hace 10 años. Pero lo que nos han dejado tampoco da para queja: Es un país desarrollado y muy adaptado al turismo, y cuya población convive con los farang día a día y vive, en gran parte, gracias a ello. Tenemos toda una infraestructura a nuestro servicio para facilitarnos la vida, y todas las opciones que nos podamos llegar a imaginar. Pero conserva su belleza natural y su tradicional cultura budista sigue rigiendo todos los aspectos de la vida aquí.

Bangkok, su capital, es una megaurbe a caballo entre Asia y Europa. Llena de rascacielos, taxis, bancos y oficinas, y a la vez llena de olores, mercados, puestos callejeros, templos budistas. Es un puñetazo en la cara. Y es habitable, no me cuesta imaginarme viviendo en ella, aunque sé que pocos corroborarían esta afirmación.

Como turista, las principales actividades aquí se pueden resumir de la siguiente manera:

Shopping, Spas y turismo sexual.

El primero, porque BKK es la locura de los centros comerciales. Hay muchos. Son gigantes. Tienen de TODO. Y ni hablemos de los mercados callejeros, como el Chatuchak Market (el mayor mercado al aire libre del mundo, con más de 15000 puestos entre los que podemos encontrar desde imanes de nevera hasta ardillas voladoras).

El segundo, porque es el paraíso de los centros de belleza. Puedes darte cualquier tipo de masaje o cualquier tratamiento que se te antoje por menos de 1/4 de lo que pagarías en casa, y con unos estándares de calidad que (aunque puedan variar de un sitio a otro) suelen superar las expectativas. Menos en la peluquería, pero claro los pobres no tienen la culpa de no haber tocado un rizo en su vida…

Y el tercero porque, lamentablemente, hay un amplio mercado que abastecer y que viene a Thailandia en busca de ping-pong shows y lo que surja. Y aunque no queráis participar de ello, es inevitable toparte con esta realidad que te acechará en la mayoría de las calles comerciales o turísticas al caer la noche. Yo, ni por curiosidad quise entrar en uno de estos bares. Muchos me dijeron/dirán: «estás en Bangkok, esto forma parte de aquí, es lo típico, ni que sea tienes que entrar 10 minutos…» pero como me parece denigrante, vejatorio y vergonzoso, no quiero que ni uno solo de mis dólares vaya destinado a perpetrar esa industria. Pero ahí cada cual con su conciencia (y con sus ETS).

Desde Bangkok me marché a Koh Tao, una isla en el Golfo al sureste. Allí me encontré con Isaac, que se acaba de mudar en busca de trabajo, para pasar juntos las Navidades y el Fin de año.

Han sido unos días geniales, a pesar de que la lluvia viniera a visitarnos y se quedara durante 4 días, en los que hemos conocido a un montón de gente (españolitos casi todos) divertidísima que nos ha hecho de familia postiza para pasar las fiestas. Quien me diga que no quiere viajar solo se gana una colleja y un chupete. ¡Es lo mejor para socializar, aunque parezca contradictorio!
Y en esta isla, cuyo nombre significa Isla Tortuga, me he dedicado a 2 actividades principalmente (más allá del cerveceo y el tumbarme al solecito):
Muai Thai. Pim, pam. 2 semanas llena de moratones y con la adrenalina desbordada. Dar ostias a la Thailandesa, debería ser asignatura obligatoria en todas las carreras.

Submarinismo. Por el poder de PADI me declaro… ¡Advanced! Sí, sí, amigos. Me metí en el agua a hacer el primer curso, y me gusto tanto que en cuanto acabé me apunté al segundo. Y me encanta. La visibilidad en esta época del año no es muy buena, pero lo disfruté como una enana.

Tanto es así que he decidido acabar mi super-mega-hiper-extra-aventura-que-te-cagas en Kao Lak, buceando en las Similan Islands. Fuckin’ Paradise.

¿Alguna vez habéis probado a explorar un barco hundido con, literalmente, autopistas de peces encima de vuestras cabezas (y debajo, y por todas partes)? ¿No? Pues probadlo, os cambiará la vida.

La mía, desde luego, ha cambiado. Por esto y por todo lo que llevo vivido en estos 14 meses de aventura.
Me despido saltando desde Tailandia, junto a ese mar que es bonito desde fuera pero sobretodo desde dentro.

Nos vemos en Barcelona en 72h.

Bye Bye Myanmar

3 Ene





Must: Myanmar

3 Ene

Myanmar (o Birmania) es el país de las experiencias, de los contrastes, del no dar crédito. Y siempre en positivo.

Confirmo que es, hasta el momento y sin lugar a dudas, el país en el que más acogida me he sentido. Los Birmanos se merecen… Se merecen las sonrisas que tienen, y se merecen el cambio que les está llegando, y se merecen colores y oportunidades, porque sin tenerlas han sabido crecer en el lado optimista y brillante de la vida. Me han robado el corazón.

El país es un diamante en bruto, precioso y poco explotado, así que hacedme un favor y NO VAYÁIS, que yo tengo ganas que volver y no quiero que me lo estropeéis ;).

Conocer la historia reciente del país todavía le da más valor a la felicidad que te contagian los lugareños, porque (sin extenderme mucho), para los que lo no sepáis, Myanmar ha vivido 50 años de dictadura militar. Sólo hace un par de años tuvieron estrenaron su primer gobierno «civil», aunque la junta militar sigue con las manos en la masa. Los países occidentales están empezando a desbloquear la economía del país (para que os hagáis una idea, no hay bancos ni cajeros en todo el territorio donde poder usar tu tarjeta de crédito), aunque todavía les queda un largo camino por recorrer. Tiempo al tiempo. Y yo de vosotros no esperaría a que eso ocurra para poner los pies allí, porque con la bonanza vendrán las perspicacias y la explotación turística, y con ello -siento hacer de pitonisa malrollera- se perderá la magia. Tic tac.

Datos prácticos:

Visado. Hay que llevarlo de antemano, no hay otra. Si estáis en Europa, creo que hay que mandar el pasaporte a la embajada en Berlín. Si estáis de viaje y pasáis por Bangkok, es vuestro momento de arreglar el papeleo. Os mando directamente a la página de mi «gurú» y autoproclamado embajador de Birmania en el mundo. No encontraréis información más clara en español (gracias Robert!). Aún así, double-check antes de liaros, porque las cosas pueden cambiar de un día para otro.

– Dinero. Como os he dicho, no hay cajeros así que hay que llevar dinero en metálico. Concretamente, dólares americanos nuevecitos. Si están doblados, marcados, arrugados o manchados no os los aceptarán o os harán el cambio a peor. También hay algunos números de serie non-gratos. Os recomiendo una cartera larga y rígida donde poder colocar a vuestros verdes amiguitos sin riesgo. El kyat birmano está muy devaluado, así que prepararos para jugar a los millonetis durante unos días:

cambio de 300$

– Ruta. Hay zonas bloqueadas a los turistas, y otras a las que sólo se puede llegar en avión (cuyo dinero va directamente a la milicia, por lo que se recomienda evitarlo). Así que se necesita un poco de previsión para moverse. El Big Four es Yangon – Mandalay –  Inle – Bagan.

Yangon (la capital) no da para más de uno o dos días, aunque la Swedagon Pagoda bien merece una visita. Mandalay en sí no tiene nada, pero está estratégicamente colocada para ser campamento base y visitar Amarapura, Sagain e Inwa. El Inle lake ya es otra historia, es turístico pero muy bonito, y si podéis llegar hasta él andando desde Kalaw, en un trekking de 3 días (recomiendo hacerlo con Mr. Sam) os llevaréis un recuerdo precioso e imborrable de la zona. Y Bagan, Bagan, Bagan… impresionante, y punto. Qué putada que se me estropeara la cámara de fotos nada más llegar, me hubiera encantado enseñaros la puesta de sol con las miles de pagodas asomadas por la llanura. Os puedo decir que es, literalmente, de lagrimita. También tuve la suerte de visitar Hsipaw, un minipueblo monísimo (en el que hacía un frío de la leche) desde el que volví en tren a Mandalay cruzando el Gokteik brigde (tiene 100 años, y en su día fue el 2º más alto del mundo), en un divertidísimo viaje en tren. Y me quedé con las ganas de subir al norte hasta Myitkyina, que le tenía muchas ganas, pero hubo revueltas y el gobierno bloqueó la entrada de turistas. Es lo que pasa cuando no hay libertad de prensa, a los que no puedes controlar les prohibes la entrada y te ahorras cámaras de fotos indeseadas.

¿Y qué mas? Pues todo esto:

































Sigo flipando.

Por cierto, ¡FELIZ AÑO A TODOS!

Soon U Ponya Pagoda, Sagain, Myanmar

El 25 de desembre (fum, fum, fum)

25 Dic

Espero que hayáis sido buenos y Papá Noël se haya portado como un campeón con vosotros. A mi me ha traído un curso de submarinismo y mis segundas Navidades en la playa, así que no tengo quejas.

Seguir disfrutando, y cuidadín con los empachos que nos conocemos.

Feliz Navidad
Merry Christmas

Bye Bye Camboya!

22 Dic

Floating Village


Angkor Wat


Koh Tonsay


Bayon

El resto de Camboya

22 Dic

Acabado el flipe de los templos de Angkor me dispuse a explorar un poco más Camboya. Tengo que decir que me dejó bastante fría lo que vi, pero que la gente con la que me encontré me dejó con la boca abierta.

Los camboyanos son sencillos, simpáticos, amables, súper educados, y muy muy cotillas. Y por algún motivo que no llegué a entender, todos tienen un gran interés en saber «cuántos hermanos y hermanas tienes». Si viajáis hasta allí con la desgracia de ser hijos únicos, inventaros un consanguíneo y os evitaréis sus miradas compasivas y decepcionadas…

Lo que sorprende más de este carácter tan afable que se gastan es su pasado. Me parece increíble que un pueblo que ha vivido en guerra y ha sido abusado y masacrado durante su historia reciente pueda ser tan acogedor, confiado y sonriente.

Porque hay que pensar que desde que en el ’69 fueran bombardeados por los americanos en el marco de la guerra de Vietnam, Camboya ha vivido toda clase de penurias. La más significativa de ellas, tras 5 años de guerra civil, fue la llegada al poder de los jemeres rojos, que establecieron régimen dicatorial bajo el término del «socialismo budista» planteando una vuelta al modo de vida tradicional: aboliendo la moneda, impulsado el trabajo agrario, cerrando hospitales y, como plato fuerte, la puesta en marcha de programas de ejecución masiva. Sólo entre el ’75 y el ’79, mataron a 1.7 millones de Camboyanos (el 21% de la población) en los campos de exterminio. Hasta la muerte de Pol Pot, el líder del movimiento, en 1998 no hubo atisbos de cambio. Así que estamos hablando de una tragedia humanitaria que acabó hace poco más de 13 años.

Aún quedan muestras de esto, a modo de museo, y se pueden visitar cerca de Phnom Penh.

El museo Tuol Sleng, en la antigua prisión de máxima seguridad S-21, se encuentra en una antigua escuela que fue transformada por los jemeres rojos en una especie de cárcel y centro de torturas interrogatorios. La prisión vio pasar por entre sus paredes a 20.000 personas entre el 75 y el 79, de los que sólo 7 adultos sobrevivieron. Y como casi todos los genocidas conocidos, los jemeres documentaban sus torturas. El museo está lleno de fotografías (algunas antes y después de las torturas) de los «enemigos del régimen» que pasaron por allí. Hay incluso fotos de niños de 2 años. Para quitar el sueño.

Es estremecedor, especialmente porqu eel edificio sigue pareciendo una escuela, con su patio, sus aulas… y eso lo vuelve todo un poco más macabro si cabe. Como la visita me puso los pelos de punta y me dejó con bastante mal cuerpo no me quedó energía para ir a visitar los killing fields (uno de cientos) de Choeung Ek, que se encuentran a 14kms de la capital. Si tenéis la oportunidad de visitarlos y no sois unos blandos como yo, os lo recomiendo. Hacer turismo es muy bonito, pero los viajeros tenemos la responsabilidad de saber dónde estamos, y es una cuestión de respeto conocer la historia de los países que visitamos en especial cuando es tan cruel como la camboyana.

De Phnom Penh poco más a destacar. El mercado ruso para hacer compritas, el royal palace y a otra cosa mariposa. Ah, os diré que vi su majestad el rey de Camboya. Bueno, para ser sincera, le vi una manita así saludando desde el coche. Parece ser que coincidí con el día de la independecia del país, y el caballero salió a decir «hola» a sus súbditos, que le esperaban muy formalitos frente a su casa.

Desde la capital me trasladé a la playa. en autobús me fui hacia Kep, en la costa sur este, y desde allí me subí en un barquito que me llevó a Koh Tonsay (Rabbit Island). Allí me iba a quedar una noche y acabé quedándome 5. En esta postura:

Es una mini isla a la que se va a no hacer nada. A leer a la sombra del cocotero, a ponerse moreno (yo no eh, sólo los que tienen melanina), a descansar en el bungalow (por entre 5 y 10$ la noche), a ver ponerse el sol desde el agua, y a ponerse tibio de gambas y cangrejo a precios de broma. La felicidad.

Cuando empiezo a temer por mis niveles de ácido úrico, me voy a un poquito más arriba, a Kampot. Allí tenía muchas ganas de hacer la excursión a la Bokor Hill Station, unas ruinas en la montaña con un antiguo casino, un hotel y otros edificios abandonados, medio absorbidos por la jungla… pues bien, no vayáis. Se lo han cargado. Bueno, más bien al revés. Me explico: el megamagnate del país (el mismo que se queda con el dinero de la entrada de Angkor) ha comprado la zona, la está «reconstruyendo», montando un campo de golf, un casino gigante y un hotel de 5 estrellas. Llego tarde… ya no hay ruinas, sólo obras. Disaster. Por suerte el paseo en barco para ver el sunset desde el río me remonta el día, y me deja relajadita relajadita.

Me quedo un poco a medias con Camboyia. Me han dicho que la zona del interior, la que sigue el Mekong en dirección a Laos y más al Oeste hacia Vietnam vale mucho la pena, que está «unspoiled» y que ofrece cosas mucho más interesantes y auténticas. Espero que sea verdad, y que otros tengáis el tiempo para comprobarlo. Yo no puedo ir así que ya me contaréis. Me las piro hacia Bangkok que tengo papeleo que arreglar…